domingo, 31 de julio de 2016

A veces las rutas más inhóspitas, nos llevan a los mejores lugares, antes solía irme lejos, donde quizás nadie me podría encontrar, aunque si me pongo a pensar no era tan lejos, la distancia no importaba, lo importante era abastecer mi alma viajera con caminos y señales de kilómetros escondidos, un amor lejano y algún animal raro, todo eso era parte de un carnaval hermoso, siempre me sentí  anormal en ese sentido, de chico no viajaba mucho, aunque recuerdo algún que otro viaje con la familia, contábamos autos hasta el cansancio y nos asombrábamos de diferentes paisajes.
Teníamos un viejo sedan, ya casi que no recuerdo el modelo, mi mente lo sabe pero es tan terca que no quiere recordarlo, sabemos que era blanco, perdón dije sabemos porque a veces hablo como si con la mente fuéramos dos, volviendo un poco al auto, era un placer verlo rodar, saber que el viejo modelo llegaba era todo un triunfo;
 uno de los más gratos recuerdos que tengo fue de muy chico,  viajábamos de noche y mi viejo estaba un poco cansado, decidió frenar en una cafetería como un lugar de camioneros, imaginen como me sentía yo, era toda una hazaña viajera estar al lado de los mayores ruteros de la historia, tipos con barba que tienen millones de historias para contar o al menos mi niñez se imaginaba eso, uno cuando es niño desvirtúa toda realidad a un entorno más místico, bueno para mi ellos eran los dioses de la ruta, creo y ahora relatando esto, que mi amor por los viajes y las escapadas, pueden  venir de ese recuerdo;
bueno imaginen un poco, era tan de noche que apenas se vislumbraba la cafetería, era una especie de vieja casona, con pocas ventanas, una luz afuera llena de mosquitos, se prendía y se apagaba, quizás algún cortocircuito, el lamparón era metalizado, como si arriba de la luz tenía un plato de camping.
Mi viejo nos fue a buscar comida, no quería que nos acercáramos, quizás porque no tenía buena pinta o no sé, mi viejo era medio asqueroso con algunos lugares, nos quedamos alrededor del auto en un terreno de tierra, sin siquiera saber que estaba pasando o porque parábamos, nos pusimos a jugar, ver los diferentes insectos, buscar cosas en la tierra, nose porque, uno cuando es chico tiene la manía de buscar cosas, como si fuéramos arqueólogos, o exploradores, así somos; ya ni recuerdo a donde nos dirigíamos, pero lo importante no era donde, sino viajar.
Crecí sin esa parte aventurera, pero con el paso del tiempo, la fui amasando, puliendo como si la pudiera incorporar a mi estilo de vida, tuve varios viajes en mi vida, en auto en tren cualquier transporte sirve a la hora de escapar, a la hora de salir de lo habitual, lo cotidiano, cortar un poco la brecha de sentirse tan nada a ser un todo en algún lugar, creo y quizás divago un poco pero estar en una pradera donde miras hacia el horizonte y no ves el final de ella, donde ves pájaros revolotear, que acechan con su vuelo magistral, algo que debe estar por ahí, es algo único, inexplicable, imaginar que dentro de esa pradera hay un mundo que no me conoce, que ni sabe de mi existencia es incomprensible,  pero parte de eso es viajar, no comprender, no tratar de explicar, sino dejarse llevar por el ambiente.
Me encanta por ejemplo recorrer viejos pueblos, de esos casi fantasmales, calles pequeñas, casas grandes, deterioradas por el paso de los años, almacenes de barrio que no pierden el glamour de viejos tiempos, los herreros viejos empedernidos mutilando el acero al a vieja usanza, me encanta caminar por calles arenosas, cruzarme con el panadero y su canasta de mimbre recorriendo el barrio saludando a gusto a paciere a todos los vecinos, las postales de esos pueblos son sus viejas estaciones abandonadas pero en perfectas condiciones, como si el tiempo hubiera frenado justo cuando se inauguró, nada cambias solo se anejan las vías en desuso, pero su estructura vislumbra la calidez de su época. La otra postal es la gente, vecinos tomando mate, saludando con la pava en mano, una reposera empotrada en un hall que habla por sí sola, es una bienvenida al pasado, donde todo se vivía así de simple, con un mate, una pava, una reposera y un saludo acogedor.

Los viajes tienen un poco de todo, un poco de pasado, un poco de anhelos, y un poco de aprendizaje, es aprender que la vida puede ser tan simple y a tan pocos kilómetros de tu mundo, de tu espacio. Asombra sentirte tan ajeno a eso y a su vez tan bienvenido, las rutas son la escalera natural a un piso desconocido, un piso que puede asombrarte de tal forma que te enamoras al instante de sus colores pálidos y sus estructuras avejentadas. A la vuelta de cada viaje recordaras que hay una vida simple, imperfecta y que no  todo es tan cotidiano, que lo asombroso está a la vuelta de ciudad.
Amor virtual, una cosecha de buenos físicos, donde lo que predomina es el click al machismo o feminismo, uno concentra el foco en unas curvas o pectorales al mejor estilo película pochoclera. El amor virtual es así, comienza con una variada de gustos, que no se si son ciertos y venta de cualidades.
Una vidriera de buenas intenciones, donde la mejor foto o quizás la más aventurera es la que gana, recuerdo que fui cómplice de eso, tenia fotos rusticas sin mucho para destacar, una tomando mate, que es lo que hago casi siempre y otra comiendo asado, quizás a las chicas les guste comer asado, pero la foto aparentemente no garpaba según la ideología de grandes pensadores virtuales,
Porque son eso, piensan, analizan la situación de dicha aplicación, son pensadores, matemáticos, parece que el amor en tiempos virtuales se transformara en algoritmo, en algo más científico que pasional, pero claro cómo le ponemos pasión a algo tan inerte.
Recuerdo hace poco una nota publicada en esos diarios amarillistas y chimenteros, decía el 80 por ciento de las mujeres buscaba profesionales en dichas aplicaciones, como si un título cambiara al amor, como si un vendedor amara menos que un abogado, Pero es así, el amor virtual es así, el escenario perfecto para dicha imperfección
 Después nos volvemos locos buscando y publicando frases de amor, artistas, pensadores, rockeros y hasta algún romanticón, que pueda servir para perfeccionar  este perfil.
 cuando era niño juntaba las monedas de mi almuerzo para regalarle un alfajor a esa chica que me tenía loco, escribía cartas y se las dejaba en el banco, no era un buen escritor y mi letra quizás no era la mas indicada, pero lo hacia igual y no me importaba, no existía otra forma para demostrar que me gustaba, quizás hoy podría poner una foto y si me das un me gusta firmaría tu face, pero entonces eso perdería el nerviosismo de que me mire, o ese misterio de  tratar de descubrir quién era el de la cartita, no me pregunten el porqué, pero no le ponía nombre.
Hoy el amor virtual se vive de otra manera quizás más práctica, más precisa. No lo sé, quizás en estos tiempo se vive el amor más rápido, más veloz uno se enamora de un producto exhibido y cuando le llega a la casa no era el modelo que nos vendieron, porque pasa muy seguido, es como comprar amor por esprayet.  La juguera no era tan juguera y el ejecitador súper  4000 nuca me dejo las abdominales del muchacho de la propaganda, en el amor virtual pasa lo mismo, la mujer que vi no era lo que la vidriera decía y el hombre al final solo tomaba mate y comía asado, aunque se vendió como el gran aventurero.
En tiempos de amor virtual el teclado es el mejor aliado y las aplicaciones fotográficas son nuestra mejor herramienta de venta, en un tiempo donde las arrugas, los años y el estrés se pueden borrar fácilmente,  pregonamos el amor como algo hermoso, tan intangible, tan abstracto y casi diría como utópico y luego hacer lo contrario a lo publicado, para luego elegir nuestro próximo amor con el celular.

Pero sepámoslo, la vida nos crea arrugas, y nos causa stress, ama con eso, ama comiendo asado y tomando mate, ama regalando un alfajor y no con un click, porque compramos un mundo de colores fantasiosos, donde todo es aventura y una vida mágica y terminamos olvidándonos que el amor es simple, enamórate de una mirada, de una sonrisa, de un gesto y no de una vidriera o un producto, solo enamórate de la realidad.